Hablemos de empatía

Imagina que estás conversando en un grupo y todos deciden conocerse un poco más. Entonces hacen un juego donde ponen en el piso una cuerda para hacer dos bandos.

La primera consigna es que de un lado se paren los que viven con mascotas y los del otro lado los que viven sin mascotas. Tú eres uno de ellos en alguno de los dos bandos.


¿Qué piensas de las personas del otro bando? Imagínalo. ¿Qué les gusta? ¿Qué sienten?

¿Estás viendo por dónde voy?
La segunda consigna es que de un lado se coloquen las personas a las que les gusta hacer deportes extremos como paracaidismo, rafting o ciclismo de montaña. Del otro lado van los que no hacen estos deportes y tampoco se animarían a practicarlos. ¿En cuál de los dos lados te pondrías?

Ahora imagínate: ¿Qué sentimientos tienen las personas del otro bando (no el tuyo) con respecto a los deportes extremos? ¿Qué cosas te sorprenden de las personas del otro bando? ¿Las sensaciones o pensamientos que te surgen a ti son de crítica o son agradables?

Según lo define el Diccionario de la Real Academia Española, la empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar de alguien y comprender lo que siente o piensa. 

Pero, ¿y si nos cuesta ponernos en el lugar de alguien y no llegamos a comprender lo que siente o piensa? ¿Como puedo desarrollar la empatía hacia esa persona?

La respuesta es: ¡a través de la imaginación!

Fíjate que en los ejemplos anteriores tuviste que imaginar o representar en tu mente la respuesta a las preguntas que te hice, como por ejemplo: ¿qué siente o piensa la persona del bando que elige hacer lo que yo no elijo? 

Entonces, para tener una buena empatía con otra persona es necesario que nos hagamos la pregunta (y que logremos responderla): ¿Cómo actuaría esa persona en su contexto? En lugar de: ¿cómo actuaríamos nosotros?

¿Ves la diferencia? La empatía es descubrir qué siente y piensa el otro, y como actuaría esa persona en su contexto. Porque lo que nosotros pensaríamos, sentiríamos y cómo actuaríamos en ese contexto ya lo sabemos. Si nos cuesta, podemos sencillamente preguntar: ¿qué sientes?

Solo así podríamos escuchar al otro de una manera más profunda y lograr que seamos escuchados de la misma manera. Porque s
i una persona se siente escuchada y comprendida estará más propensa a escuchar y comprender.

¿Te animas a probar? Me podes escribir o dejar un mensaje con tus comentarios.

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