El Primer acuerdo

Hace unos años, cuando empezaba a dar mis primeros pasos para arreglar mi vida, me encontré con el libro del escritor mexicano, Miguel Ruiz, llamado "Los cuatro acuerdos", el cual está basado en la sabiduría tolteca mexicana que el autor trasmite.

Es probable que ya hayas escuchado o leído este libro. En un lenguaje sencillo el autor nos permite acceder a cuatro "acuerdos" o pautas para la vida de una manera profunda.
La primera vez que lo leí fue todo lo que necesitaba en ese momento para salir de la situación en que me encontraba. Necesitaba aprender a comunicarme mejor con todas las personas a mi alrededor. Y sobre todo, necesitaba conocerme mucho a mí misma para redirigir mi vida.

El primer acuerdo se llama "Sé impecable con tus palabras". Si algo he aprendido en estos años es que las palabras que usamos día a día no son inocentes y tienen un significado. Para mi aquello fue contundente. No imaginaba yo el impacto que mis palabras producían en los demás.

También aprendí que el lenguaje que usamos constituye la manera en la que nos representamos el mundo. ¿Que quiere decir esto? Que las palabras representan nuestros deseos, ideas, nuestras metas y propósitos, nuestros resultados, nuestras relaciones, nuestros valores y nuestras creencias. Pueden ser sumamente beneficiosas o tremendamente destructivas.

Cuando el autor invita a ser impecable con tus palabras te anima a ser responsable de tu vida personal y de los compromisos que asumes contigo mismo y con los demás, sin juzgarte ni culparte. Es decir, utiliza tus palabras pero no en contra de ti mismo. En aquel tiempo que leí el libro comencé a percatarme que habían distintos lenguajes para definir mi actitud ante la vida: había palabras que me mantenían en la queja, en la culpa y el resentimiento, en mi posición de víctima de las circunstancias; y también había otro lenguaje que me llevaba a hacerme responsable.

La manera de incorporar este acuerdo a mi vida fue a través de cuidar mis pensamientos y mis emociones, y observando mis acciones y resultados. Fue una buena práctica que dura hasta el día de hoy.

Te animo a cuidar y observar tus pensamientos para conocerlos bien, observar tus emociones y detectar las acciones que se derivan de estos pensamientos, para luego reconocer tus resultados.  Sé impecable con tus palabras. El resultado vale la pena.

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